Mindfulness y Compasión

Autoestima

La autoestima es cómo valoramos y evaluamos nuestra propia valía como personas, es decir, es el juicio que hacemos sobre si somos buenos y valiosos. William James, uno de los pioneros de la psicología occidental, sostuvo que la autoestima surge de nuestra percepción de ser competentes en áreas que consideramos importantes. En otras palabras, sentimos que tenemos una buena autoestima cuando creemos que somos buenos en cosas que realmente nos importan.
Podemos elevar nuestra autoestima de dos maneras principales.
Un enfoque es valorar las cosas en las que somos buenos y devaluar las cosas en las que somos malos. Un adolescente que es bueno en el baloncesto y malo en matemáticas puede decidir que el baloncesto es realmente importante, mientras que las matemáticas son para los pájaros. El problema potencial con este enfoque, por supuesto, es que podemos socavar la importancia de aprender habilidades valiosas solo porque nos hace sentir mejor con nosotros mismos. En otras palabras, nuestro deseo de alcanzar una alta autoestima a corto plazo puede perjudicar nuestro desarrollo a largo plazo.
La otra forma de elevar nuestra autoestima implica aumentar nuestra competencia en aquellas áreas que son importantes para nosotros.

Harles Horton Cooley, identificó otra fuente común de autoestima. Propuso que los sentimientos de autoestima provienen del “yo del espejo”. Es decir, nuestras percepciones de cómo aparecemos a los ojos de los demás. Si creemos que los demás nos juzgan positivamente, nos sentiremos bien con nosotros mismos. Si creemos que los demás nos juzgan negativamente, nos sentiremos mal con nosotros mismos. La autoestima, en otras palabras, se deriva no solo de nuestros propios juicios, sino también de los juicios percibidos de los demás. Resalta la palabra percibido.
Las investigaciones muestran que nuestra autoestima se ve más afectada por las opiniones de personas extrañas que por las de nuestros seres cercanos. Esto ocurre porque tendemos a pensar que los juicios de personas desconocidas, como compañeros de trabajo o vecinos, son más objetivos que los de amigos o familiares. Sin embargo, esta lógica es defectuosa, ya que las personas que no nos conocen bien no pueden hacer juicios precisos sobre nosotros, y además, realmente no sabemos qué piensan de nosotros.
Es cierto que una alta autoestima tiene al menos un beneficio tangible, y nada desdeñable: la felicidad. Cuando te gustas a ti mismo, tiendes a ser alegre; Cuando no te gustas a ti mismo, tiendes a estar deprimido. Estos estados de ánimo colorean nuestros sentimientos sobre nuestras vidas en general. Cuando creemos que somos grandes, la vida es grandiosa; Cuando no lo hacemos, la vida apesta.

Confundir el mapa con el territorio


Como seres humanos con capacidad de autorreflexión, con capacidad de construir un autoconcepto, nuestros pensamientos y evaluaciones de nosotros mismos pueden confundirse fácilmente con lo que realmente somos.
Nuestro autoconcepto no es nuestro yo real, por supuesto. Es simplemente una representación, una representación a veces precisa pero más a menudo tremendamente inexacta de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos habituales.
Nos identificamos tan fuertemente con nuestro autorretrato mental que pintar una imagen positiva en lugar de negativa de nosotros mismos puede parecer una cuestión de vida o muerte. Si la imagen que construyo de mí mismo es perfecta y deseable, dice el proceso de pensamiento inconsciente, entonces soy perfecto y deseable y, por lo tanto, los demás me aceptarán en lugar de rechazarme. Sin embargo, si la imagen que construyo es defectuosa o indeseable, entonces no valgo nada y seré expulsado y abandonado. Nuestro pensamiento sobre estos asuntos tiende a ser increíblemente blanco y negro.
La verdad es esta: a veces mostramos buenas cualidades y a veces malas. A veces actuamos de manera útil y productiva y, a veces, de manera dañina y desadaptativa. Pero no nos definimos por estas cualidades o comportamientos. Somos un verbo, no un sustantivo, un proceso más que una “cosa” fija. Nuestras acciones cambian, seres volubles que somos, de acuerdo con el tiempo, las circunstancias, el estado de ánimo, el entorno.