La autocompasión nos ofrece un enfoque novedoso hacia la experiencia de la vida: nos sentamos cómodamente en medio de nuestras emociones incómodas, permitiéndoles seguir su curso mientras nos brindamos consuelo y cuidado. En palabras de Ajahn Brahm, un maestro de meditación, “Cuando visitas a alguien en el hospital, hablá con la persona y dejá que los médicos y las enfermeras se encarguen de la enfermedad”. Aplicado a nosotros mismos, eso es autocompasión. Nos atendemos con gran amabilidad, especialmente cuando nuestra situación parece desesperada.
La pregunta clave es: “¿Estoy enfrentando cada vez más experiencias de mi vida con amabilidad y comprensión?” Es decir, ¿con qué frecuencia te respondés a vos mismo de manera amable cuando las cosas salen mal? ¿Te consolás y cuidás cuando sentís tristeza, dolor, anhelo o rabia? ¿Cuando fallás en algo, sos comprensivo con vos mismo por fallar? Si te caés 100 veces, ¿estás dispuesto a levantarte 101 veces? ¿La amabilidad hacia vos mismo se está convirtiendo gradualmente en una nueva forma de vivir? Podemos empezar a darnos cuenta por ejemplo que “Tomarse 2 minutos más en un baño caliente es un paso hacia vivir en calidez toda la vida”
Todos los días te brindan nuevas oportunidades para enfrentar el sufrimiento con amabilidad, y cada vez que lo hacés, estas lográndolo.
Progreso en la Práctica de Autocompasión.
El entrenamiento de la autocompasión suele pasar por tres etapas: (1) esfuerzo, (2) desilusión y (3) aceptación radical.
El “progreso”, para cualquiera de nosotros, a menudo implica abandonar el objetivo de la superación personal. En su lugar está el refinamiento de nuestra intención de practicar, aprendiendo a practicar la autocompasión por sí misma, en lugar de como un esfuerzo por arreglarnos a nosotros mismos o manipular cómo nos sentimos de un momento a otro.
Esfuerzo o enamoramiento
Todos comenzamos a practicar la autocompasión, o cualquier esfuerzo de superación personal, con la intención de sentirnos mejor. Está lleno de esperanza. A veces, la práctica da frutos de inmediato, por ejemplo, cuando descubrimos por primera vez: “¡Puedo amarme a mí mismo!” Esta comprensión puede ser bastante elevadora, como la fase de enamoramiento de una relación romántica.
Desilusión
Por supuesto, como en cualquier relación romántica, el enamoramiento suele ser seguido por la desilusión: nos damos cuenta de que nuestro ser amado ya no es la respuesta a todos nuestros problemas y que, después de todo, es un ser humano. En la práctica de la autocompasión, la desilusión corresponde al descubrimiento de que “sigo siendo la misma persona de antes”, con los mismos sentimientos incómodos y defectos personales. El problema generalmente reside en la intención detrás de las prácticas: el deseo de los estudiantes de cambiar sus personalidades o cómo se sienten, en lugar de aceptar “lo que es” con un corazón abierto.
Consideremos el siguiente ejemplo de usar frases de bondad amorosa para superar el insomnio. Cuando recién aprendemos la bondad amorosa y tenemos una mente curiosa, de principiante, puede que nos reconfortemos con las frases mientras estamos despiertos en mitad de la noche, y así nos quedamos dormidos fácilmente. Al despertar por la mañana, podemos emocionarnos por este éxito y decidir usar las frases de bondad amorosa la noche siguiente para volver a dormir. Predeciblemente, no funciona, porque la intención detrás del uso de las frases ha cambiado, de autoconfort a una estrategia para dormir. Y cuando no funciona, solo nos sentimos más molestos.
Aceptación radical
La aceptación radical es la última etapa: significa abrazar completamente nuestra experiencia y a nosotros mismos tal como somos, momento a momento. ¿Cómo avanzamos hacia la aceptación radical? Principalmente, haciendo menos. En esta etapa, no usamos la compasión para hacer desaparecer el dolor, sino que lo aceptamos con un corazón tierno y suave. Algunos dichos que ilustran la aceptación radical incluyen:
- “El objetivo de la práctica espiritual no es perfeccionarte, sino perfeccionar tu amor” (Kornfield, 2017).
- “No estamos aquí para aprender autocompasión, sino para abrazar nuestras imperfecciones”.
- “No estoy bien, vos no estás bien… pero está bien”.
La aceptación radical es como un padre que cuida a un hijo con gripe. El padre no intenta eliminar la gripe con amabilidad, sino que ofrece cuidado y consuelo como respuesta espontánea al sufrimiento del niño, hasta que la enfermedad pasa por sí sola. Todos sufrimos en la vida. ¿Podemos ofrecer la misma amabilidad a nosotros mismos como lo haríamos con un niño enfermo? Cuando podemos, eso es aceptación radical.
Algunas citas adicionales que ilustran la aceptación radical son:
- “Podemos seguir estando locos después de tantos años, podemos seguir estando enojados o llenos de sentimientos de indignidad. El punto no es intentar deshacernos de nosotros mismos para ser mejores, sino hacernos amigos de quienes ya somos” (Chödrön, 1991/2001).
- “Una persona no debería esforzarse por eliminar sus complejos, sino en ponerse de acuerdo con ellos” (Freud).
- “La paradójica curiosidad de la vida es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar” (Rogers, 1961/1995).
- “El objetivo de la práctica es convertirse en un lío compasivo” (Nairn, 2009).
Ser un “lío compasivo” significa ser plenamente humano, a menudo luchando, lleno de incertidumbre o confusión, pero con gran compasión. Esta es la invitación de la autocompasión.
El progreso no sigue siempre un camino lineal o secuencial. Volvemos inevitablemente al esfuerzo y la desilusión cuando enfrentamos desafíos difíciles, pero en cuanto nos damos cuenta de que estamos en esos estados, con conciencia amorosa y espaciosa, regresamos a la aceptación radical. El progreso es más parecido a una espiral ascendente. Con años de práctica, los periodos de esfuerzo y desilusión disminuyen, mientras que los momentos de aceptación radical aumentan.